Segunda Ola: Otro Bloqueo, Otra Rebelión

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Lo que los Disturbios en el sur de Europa nos Cuentan sobre la Pandemia y el Estado

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En Estados Unidos, la oposición liberal al intento de reelección de Donald Trump, se cristalizó en torno a su respuesta a la pandemia de COVID-19, y millones de personas acusando a su gobierno de no haber hecho lo suficiente para contener la propagación del virus. Sin embargo, en Europa, donde los gobiernos han adoptado un enfoque más práctico, sus esfuerzos también han provocado protestas populares, ya que la gran mayoría de sus intervenciones se han centrado en acrecentar el poder policial, no en aumentar los recursos de quienes luchan por sobrevivir al virus y a la crisis económica. En vísperas de una presidencia de Biden, deberíamos volver a examinar la cuestión de si podemos confiar en que algún gobierno priorice la vida humana sobre el capitalismo y cómo podemos responder cuando el gobierno usa el pretexto de proteger nuestras vidas, para intensificar el control social.

El sur de Europa vio el pasado julio como se extendían las protestas en Serbia, en respuesta a las desiguales medidas preventivas y la imposición de un nuevo toque de queda. Las revueltas estallaron en Nápoles el 23 de octubre en respuesta a una nueva ola de infecciones por COVID-19 y a los confinamientos ordenados por el gobierno. Estas se extendieron por toda Italia, inspirando disturbios similares en España y también en Eslovenia el 5 de noviembre.

Mientras que en Estados Unidos, las manifestaciones que piden la reapertura de la economía han sido simplemente un vehículo para que la extrema derecha, lxs teóricxs de la conspiración y lxs negacionistas de la ciencia impulsen la agenda capitalista, la historia en Europa es más complicada. Al igual que el movimiento de los Chalecos Amarillos en Francia, la mayoría de las protestas en el sur de Europa aglutinan una mezcla contradictoria de enojadas personas pobres apolíticas, fascistas, izquierdistas y anarquistas—algunxs compitiendo para definir la forma de futuros movimientos de protesta, otrxs simplemente reaccionando a la violencia del virus, la economía y la policía, sin ninguna estrategia o aspiraciones a largo plazo.

En los Estados Unidos, donde más de 250.000 personas han muerto como consecuencia de las macabras y cínicas políticas del gobierno, ha sido bastante simple enmarcar una dicotomía entre autoorganización, protesta y vida por un lado y gobierno, capitalismo y muerte por el otro. En Europa, esto ha sido mucho más complicado, ya que los gobiernos centristas buscan presentar una dicotomía diferente, yuxtaponiendo austeridad, obediencia y vida a rebeldía, protesta y muerte—asociando la libertad con la irresponsabilidad incluso cuando hacen la vida casi imposible para lxs pobres y sientan precedentes para legitimar nuevos tipos de control estatal agresivos y de gran alcance. Esto presenta preguntas espinosas que pronto puede confrontar también la gente en Estados Unidos.

En la siguiente colección, lxs anarquistas ubicadxs alrededor del Mediterráneo—en España, el sur y el norte de Italia, Eslovenia y Grecia—informan sobre cómo las políticas gubernamentales que responden a la pandemia han impactado en sus comunidades y describen cómo ha respondido la gente.

5 de noviembre, Ljubljana.


España

Debido a la saturación de la economía turística, España fue uno de los primeros países europeos en los que el COVID-19 se extendió sin control. La respuesta del estado español a la pandemia, que comenzó a mediados de marzo, se caracterizó por medidas de control centralizado y una fuerte intervención estatal, incluido un confinamiento estricto que encerró a las personas a sus casas. El bloqueo se hizo cumplir rigurosamente; la policía impuso cientos de miles de cuantiosas multas y llevó a cabo miles de arrestos. El número de infecciones se redujo rápidamente-pero no antes de que murieran treinta mil personas, en gran parte debido al hacinamiento en las viviendas y la mala calidad del sistema de salud público español, que ha sido destruido durante años por las medidas de austeridad.

España, como estado postfascista, presenta un marcado contraste con Estados Unidos. En los Estados Unidos, el gobierno federal fue en gran parte de no intervención. La respuesta estatal a la pandemia fue una especie de intervención necropolítica de negligencia estructural, que mató a un gran número de personas pobres y racializadas. En España, el gobierno aprovechó la pandemia como una oportunidad para aumentar el poder centralizado. Durante al menos un mes, España fue un estado policial en la acepción habitual del término: ni siquiera se podía salir al aire libre a menos que se tuvieran salvoconductos, se estuviera paseando a un perro cerca de casa o comprando comestibles.

El enfoque del gobierno español frente a la pandemia cambió drásticamente en mayo y junio, después de que el número de muertxs en los Estados Unidos superase las 100.000 muertes. Las políticas estadounidenses bajaron el listón para otros países, insensibilizando a la población ante los recuentos masivos de muertes y redefiniendo lo que constituía una respuesta aceptable de la sanidad publica. En España, con la izquierda en el gobierno y la derecha concentrando su ira contra el confinamiento, había pocas posibilidades de que dominara el diálogo sobre la priorización de la atención médica, ya que los socialistas habían sido cómplices de las medidas de austeridad y la actual coalición gobernante de socialistas más Podemos no habían hecho mucho hueco en su agenda para la salud.

En consecuencia, en mayo y junio, el gobierno comenzó a promover una “desescalada” rápida, prematura y casi total, siendo una de las únicas medidas preventivas que se mantuvo el requisito de usar mascarilla. Una de las principales razones de esto fue el urgente deseo de reactivar la economía a tiempo para los meses pico de la temporada turística anual de España. El turismo constituye una mayor proporción del PIB español (12%) que la de casi cualquier otro país de la Unión Europea—casi cinco veces más que en Estados Unidos.

En agosto, después de que la tasa de mortalidad descendiera casi a cero, las infecciones comenzaron a aumentar nuevamente, agravadas posteriormente por la vuelta al colegio. Ahora estamos en medio de una segunda ola en toda regla con algunas de las tasas de transmisión más altas del mundo. Las muertes aún son bajas, pero en algunos lugares, las unidades de cuidados intensivos de los hospitales están casi saturadas.

Madrid fue el epicentro de la segunda ola. Antes de que interviniera el gobierno central, el gobierno de derechas de la ciudad instauró un confinamiento perimetral en los vecindarios más pobres; como en el primer encierro, se envió a lxs militares a las calles para ayudar con la aplicación de la ley. Esto sienta un nefasto precedente en favor de medidas de aplicación selectiva dirigidas a la población en función de la clase.

A finales de octubre, el gobierno central declaró un estado de emergencia prorrogable hasta mayo de 2021, con toques de queda nocturnos, estrictas limitaciones a las reuniones, cierres de bares y restaurantes y, en algunas regiones, la prohibición de viajar entre municipios, ya sea los fines de semana o durante toda la semana.

Al mismo tiempo, las medidas de ayuda social han sido insuficientes. Los empresarios pueden utilizar la pandemia como una excusa para suspender temporalmente de empleo a lxs trabajadores, con el gobierno pagando la cuenta de las ayudas al desempleo, pero el gobierno no proporcionó los recursos para manejar el aumento en las solicitudes de desempleo; así que muchas de las personas que han sido suspendidas de su empleo han tenido que esperar meses sin ver un céntimo. Mientras tanto, los empresarios han utilizado este programa para despedir a personas involucradas en la organización de los centros de trabajo.

La derecha se ha movilizado para culpar a lxs temporerxs migrantes de los brotes del virus y ha habido casos de incendios en sus campamentos. Los desalojos de viviendas han continuado, y cada mes se producen cientos en algunas de las principales ciudades.

El estado de emergencia y los desalojos han sido el detonante de algunos pequeños disturbios a finales de octubre en Barcelona, ​​Madrid, Burgos y algunas otras ciudades, con el saqueo de algunas tiendas importantes. La extrema derecha estuvo presente en algunas de estas protestas y pudo haber organizado algunas de ellas, lo que llevó al eterno debate sobre si debemos tomar las calles siempre que tengamos motivos para hacerlo y hacer todo lo posible para expulsar a la extrema derecha o debemos entregar la calles a la extrema derecha porque llegaron primero.

A pesar de todo, aún reina la paz social, pero hay mucha rabia contenida y desesperación justo bajo su superficie.

5 de noviembre, Ljubljana.


Italia: una Mirada desde el Sur

“No, no nos convertimos en ‘agambenianos’ de la noche a la mañana,1 seguimos creyendo, más aún teniendo en cuenta lo sucedido, que esto no es una simple gripe, que la primera tarea que tenemos que afrontar es cuidarnos a nosotrxs mismxs y a lxs demás para que la infección no se propague… Es hora de reafirmar que la salud en sí misma, es un problema social y esa rebelión es el síntoma que muestra la necesidad de un cambio.

-Infoaut, traducido para Enough 14.

A Nuestrxs Camaradas, una Introducción Parcial

El 23 de octubre de 2020,estallaron manifestaciones en Nápoles en respuesta a la amenaza, a la luz del aumento de casos de COVID-19, de los esperados cierres económicos y confinamientos parciales, así como de un posible toque de queda.

Según Noi Non Abbiamo Patria las manifestaciones fueron la continuidad de acciones anteriores contra el confinamiento de un pequeño barrio al norte de la ciudad. Desde entonces, el país ha instaurado toques de queda y cierres nacionales en una progresión escalonada que tiene poco sentido; estos tienen un alcance más amplio que los toques de queda de la pasada primavera.

El 23 de octubre, la composición de la gente en las calles era heterogénea, por decir lo menos. Como en otras recientes erupciones de energía antineoliberal, como la de los “chalecos amarillos” en Francia,2 esto ha permitido a los medios corporativos y al gobierno difamar a quienes están en las calles. Es revelador que en los países en los que el euro-comunismo colapsó—o más bien capituló ante el poder y la jerarquía del estado—un gran número de sujetos políticos y trabajadorxs que no necesariamente están en deuda con ninguna ideología de partido, son encasilladxs por las élites y los medios de comunicación.

Tras esta intensa noche de disturbios y enfrentamientos con la policía, las revueltas se extendieron a muchas ciudades de Italia. En la mayoría de los casos, como en Florencia la composición de lxs manifestantes volvió a ser heterogénea. En todo el país, lxs fascistas están tratando de aprovechar este momento para aumentar su visibilidad. En Roma y Catania (dos históricos campos de batalla fascistas), lxs fascistas ocuparon violentamente piazzas, pero fueron expulsados ​​por una serie de diversxs antifascistas, incluidxs lxs izquierdistas radicales (en su mayoría del partido nacional Potere al Popolo), anarquistas, comunistas y miembrxs de la comunidad de las piazzas, como propietarixs de tiendas y cafés. Estas piazzas, típicamente centrales, se han convertido en este momento de revuelta contra el gobierno, en puntos clave del conflicto. Mientras lxs fascistas entran en la refriega para promover el “vandalismo” o para hacerse más visibles, la gran mayoría de lxs manifestantes en las calles, esa noche y desde entonces, están protestando contra la austeridad, el neoliberalismo y la violencia de estado.

Dada la complicada naturaleza de los acontecimientos y los éxitos que lxs fascistas han experimentado acaparando la cobertura de los medios, buscamos emitir un comunicado sobre la situación para alertar a las personas en otras partes del mundo sobre lo que probablemente se desarrolle en otros lugares a medida que la pandemia de COVID-19 empeore y continúe la austeridad de la marca pandémica “estado de excepción”. En muchos casos, este será un territorio fértil para que la derecha capitalice los sistemas liberales en ruinas. Como vimos en [Italia en el pasado]((https://crimethinc.com/2018/05/10/italy-we-partisans-resisting-the-wave-of-fascism-spring-2018#fnref:1) la violencia política y la vigilancia, la austeridad y la “colonización” intraeuropea crean un terreno propicio para que los fascistas ganen territorio y seguidores, como lo ilustra el surgimiento de Casa Pound y Forza Nuova.3

Nuestra intención con este informe es doble. En primer lugar, nuestro objetivo es mostrar que las históricas condiciones materiales de austeridad desenfrenada y la violenta represión de la actividad revolucionaria, son los catalizadores de las revueltas que han estallado en este momento. En segundo lugar, argumentamos que no debemos permitir que lxs fascistas continúen ganando legitimidad institucional y apoyo popular mientras se esfuerzan en utilizar las protestas contra el confinamiento en su beneficio. Sobre este último punto, destacamos que la mayor parte de lxs manifestantes en las calles son lxs llamadxs “qualunquista” (Proletarixs “indecisxs” o más bien aún no radicalizadxs). Este es el resultado de una histórica pérdida del significado de términos como “comunista” y “socialista”, tras décadas de capitulación de la izquierda institucional ante las estructuras de poder gobernantes. Esto también sigue a casi dos décadas de rápida “proletarización” de muchxs trabajadorxs, intensificada desde la crisis económica de 2008, especialmente en el sur de Italia, donde numerosxs subcomunes4 de mano de obra excedente, se enfurecen tras las cortinas de fachadas turísticas.

COVID-19 en Italia

Después de agotadores meses durante los cuales los ataúdes llenaron las calles de varias ciudades en el norte la pasada primavera, el verano en Italia fue a primera vista menos violento—epidemiológicamente, si no económicamente. Los cierres casi se levantaron; los clubes estaban abiertos, los restaurantes también. El número de casos fue bajo—pero hubo poco turismo extranjero, una realidad devastadora para algunas ciudades, que durante las últimas décadas han sido convertidas por las administraciones neoliberales, en parques temáticos al aire libre.

Durante el verano no se estableció ninguna infraestructura social para proteger a las personas del virus y sus devastadoras consecuencias sociales y económicas. El rastreo de contactos fue escaso e ineficaz; el sistema de salud no recibió el apoyo económico y logístico que los políticos habían prometido. Los colegios no estaban lo suficientemente preparados para reabrir, pero permanecieron parcialmente abiertos para clases presenciales.

La administración regional y nacional invirtió recursos sólo para mantener las economías turísticas: se ofreció a la gente bonos de vacaciones para que viajara. Pero cuando llegó septiembre, nadie estaba preparadx para enfrentar los riesgos de una anticipada segunda ola de COVID-19. A mediados de octubre, el número de casos había aumentado nuevamente. La crisis sanitaria desbordó el sistema y las autoridades anunciaron el cierre de las actividades económicas. En menos de dos semanas, se ordenó a las personas que volvieran a autoconfinarse. El espacio doméstico se transformó en un centro de atención / hospital con miembrxs de la familia obligadxs a cuidar a sus parientes enfermxs sin pautas de salud o protección. El espacio social se convirtió en un espacio de contagio. Sólo el trabajo estaba autorizado.

Ahora la gente se enfrenta a elegir entre trabajar-consumir-y-morir-silenciosamente en casa o morir fuera-de-represión-COVID-19-y-hambre. Los índices de pobreza se están disparando. Algunos de los grupos sociales más vulnerables afectados por la crisis económica provocada por la pandemia, incluyen a lxs trabajadorxs indocumentadxs, las personas con discapacidades, lxs migrantes, las madres solteras (ya que la población masculina encarcelada se ha disparado durante la última década) y las familias que han perdido sus ingresos. Estas son las personas que ahora se unen a las protestas en toda Italia exigiendo la redistribución de la riqueza.

Hoy, mientras editamos este comunicado, Italia registra un mayor número de infecciones que en la primavera. El 5 de noviembre, Italia reportó 445 nuevas muertes, la más alta desde el 23 de abril, mientras la gente se prepara para una nueva ola de protestas a pesar de los cierres regionales y el toque de queda en todo el país.

La Respuesta de los Medios Corporativos y el Establishment Político

Después de las manifestaciones, los medios corporativos y el establishment político se movieron rápidamente para deslegitimar ante los ojos de la población, a lxs que estaban en las calles, etiquetándolxs como fascistas, criminales o incluso, en el caso de Nápoles, miembrxs de la mafia de la Camorra.

Esto es similar a cómo lxs políticxs y los medios liberales difundieron en los llamados Estados Unidos mitos sobre los “agitadores externos” durante la rebelión que siguió al asesinato de George Floyd a manos de la policía, utilizando esto para intensificar la violencia contra lxs manifestantes. Esto ahora continúa ahora tras las elecciones, mientras los expertos difunden tonterías, la policía organiza disturbios policiales y arrestos masivos en varias ciudades, y la prensa propaga el miedo a los “Antifa”. Todo esto está calculado para sembrar divisiones y desconfianza.

En lugar de reducir a los manifestantes en Italia a afiliaciones partidistas o ideológicas, una entrevista en Dinamo Press describe su principal preocupación sobre el 23 de octubre en Nápoles así:

“Muchos de lxs que salieron a las calles anoche culparon del estado de las cosas a la administración nacional y local. En lugar de decir “el virus no existe”, muchxs dijeron: “¿Qué diablos hicisteis este verano?” … Muchxs nunca vieron el dinero que les habían prometido. Nápoles tiene su memoria epidemiológica: la pasada primavera, hasta lxs estafadorxs desaparecieron de las calles. Pero ahora la gente está agotada, la pandemia en Nápoles golpeó en un contexto ya de por si frágil, tanto en términos económicos como sociales. Además, se anunció la segunda ola, pero no prepararon nuestro sistema de salud, no pusieron en marcha medidas de ayuda social, y ahora parece habernos tomado a todxs por sorpresa.”

Mientras lxs funcionarixs locales y nacionales continúan participando en debates sobre salud social versus salud económica, enmarcando las dos como opuestas la una a la otra, hablando sobre la necesidad de “sacrificio” en nombre de lxs trabajadorxs que no tienen nada más que dar, es obvio que la economía y la seguridad sanitaria deben estar comprometidas de manera conjunta. Para citar a los que escriben en Infoaut una vez más:

[Sabemos] muy bien que somos nosotrxs lxs que estamos abajo, lxs que más pagamos en esta crisis, que es provocada por la economía globalizada, las privatizaciones, la destrucción del medio ambiente y la transformación de la salud en una mercancía. Pero cuidar de nosotrxs mismxs y de lxs demás significa no ignorar en un gesto egoísta, a quienes han perdido su trabajo en esta crisis y a quienes corren peligro de perder sus hogares y seres queridos. Significa luchar junto a ellxs, porque mientras la gestión de la crisis esté únicamente en manos de lxs políticxs, siempre y cuando las únicas que hagan oír su voz sean las corporaciones, seremos nosotrxs lxs que contaremos en nuestras filas a lxs muertxs y a lxs enfermxs, ya sea COVID o hambre.

Ocupaciones Fascistas de Piazzas y Resistencia Antifascista

En Roma, en tres ocasiones diferentes durante la semana del 26 de octubre, lxs fascistas se congregaron en dos piazzas diferentes, Piazza del Popolo y en Campo de Fiori. Eran pocxs en número pero extremadamente violentxs. La policía lxs enfrentó y arrestó a algunxs. En Catania (Sicilia) y más visiblemente en Florencia, lxs fascistas intentaron infiltrarse en la piazza, pero es difícil decir qué parte de la multitud formaban. En Nápoles, no hubo duda: lxs fascistas no eran la fuerza dominante, ni siquiera una presencia visible.

Sería imposible exagerar cuán central es la piazza para la vida cívica (y por lo tanto política) italiana. Cada piazza en cada barrio actúa como amortiguador entre la vida pública y la privada; en ciudades como Nápoles, la piazza todavía sirve para limar hasta cierto punto la diferencia entre ambas. Como Walter Benjamin ya recogió hace mucho tiempo, en Nápoles, “así como la sala de estar reaparece en la calle, con sillas, estufa y altar, así, solo que mucho más intensamente, la calle migra hacia la sala de estar”. En las últimas semanas, a medida que las restricciones afectaron a las pequeñas empresas, que en la mayoría de las ciudades del sur están atendidas principalmente por trabajadorxs indocumentadxs o trabajadorxs no asalariadxs pagadxs “bajo manga”, entraron en juego dos elementos clave de la piazza: su composición (incluidos lxs trabajadorxs, lxs residentes y aquellxs que pasan su tiempo allí), y sus historias específicas. Trabajadorxs indocumentadxs, trabajadorxs “flexibles”, dependientxs, tabernerxs, pequeñxs comerciantes, propietarixs de pequeñas empresas, migrantes, sindicatos, militantes de izquierda y derecha salieron a la calle a luchar por la protección social.

En Nápoles, las manifestaciones han seguido involucrando a diversxs participantes: jóvenes precarixs (algunxs marchando con pancartas de Extinction Rebellion), trabajadorxs indocumentadxs, organizadorxs de Potere al Popolo, mujeres (que marcharon contra la discriminación de género en el lugar de trabajo), familias, migrantes y minoristas. La presión sobre la administración local es alta.

En Roma, el sábado 31 de octubre, apareció en las calles un movimiento de varias fuerzas de izquierda: militantes autónomxs, migrantes, migrantes kurdxs, jóvenes. La presencia policial fue muy alta, pero lxs manifestantes no aumentaron la violencia-en lo que parece un intento de contrarrestar lo que muchxs esperaban que conllevaría una mayor deslegitimación en los medios. A pesar de la sofocante provocación de la policía militarizada y la propaganda mediática, la acción en Roma mostró la capacidad de permanecer flexible: utilizar la energía insurgente en unos momentos y la contención en otros. No escribimos esto para condenar la “protesta pacífica”, ni para convocarla, sino para insistir en que, qué tácticas emplear es siempre una cuestión contextual que debe ser decidida en el momento por los manifestantes involucrados.

Para bien o para mal, la cobertura mediática de la manifestación del 31 de octubre fue mínima, en el mejor de los casos a la mañana siguiente.

Las Batallas por Venir

Se planean más protestas, reuniones y acciones para las próximas semanas a medida que los bloqueos se extienden por la península. Es difícil predecir lo que sucederá, pero una cosa está clara: dada la velocidad de los eventos, lo que suceda no será determinado (sólo) por instituciones políticas organizadas, ni por estrictas líneas ideológicas. Seguirá siendo heterogéneo y autónomo, con todas las ventajas y desventajas que esto conlleva.

La necesidad de contener la propagación del virus —que, como todas las crisis capitalistas, continuará afectando y brutalizando desproporcionadamente a lxs ya vulnerables subcomunes— debe reconciliarse y comprometerse simultáneamente con la lucha de clases. Lxs que están en el poder continuarán demonizando a quienes toman las calles y al mismo tiempo les niegan una atención médica adecuada o formas de supervivencia. Esta situación en Nápoles—como en Italia y en el resto del mund—es complicada y dinámica. Las luchas continuarán y se intensificarán a medida que se acerque el invierno; será vital seguir pensando en estas manifestaciones a través del prisma de la lucha anticapitalista, aunque no todxs lxs participantes sean explícitamente anticapitalistas o antiestatales. Por eso hemos publicado esta breve nota, para proporcionar un contexto que disipe el mito de que aquellxs que están en las calles en lugar de ser aquellxs que luchan por su vida y sus medios de vida, son meramente “negacionistas” (término utilizado en Italia para los escépticos del COVID-19).

Nápoles.


Italia: una Mirada desde el Norte

Nápoles, 23 de octubre. Un grito, una revuelta, un punto de inflexión: una noche de enfrentamientos violando el toque de queda, proclamando que se acabó la aceptación incondicional de los cierres anti-COVID. Esto se ha hecho eco en todas las demás ciudades italianas importantes durante las últimas semanas, a veces pareciendo un episodio aislado, a veces más como una señal de lo que vendrá.

Las principales medidas anti-COVID que el estado implementó en primavera fueron coercitivas: el confinamiento, limitaciones de movimiento, acusaciones, multas, aumento del poder policial para detener a personas, y cosas por el estilo. La población aceptó todo esto como un esfuerzo colectivo en beneficio de todxs, por más duro que fuera. La única excepción fue una semana de violentas revueltas que sacudieron las cárceles de todo el país en marzo, durante la cual 14 detenidos murieron en circunstancias poco claras. Después del primer intento de expropiación propiamente dicho en Sicilia, de hecho, el gobierno ofreció bonos para apoyar a los trabajadores y a las actividades cerradas debido al confinamiento, y la gente simplemente esperó a que todo terminara. Pero este enfoque de emergencia solo podría ser paliativo.

No se ha implementado ninguna intervención estructural para abordar la pandemia; cada bonificación se ha financiado mediante deuda. Tanto el Fondo de Recuperación de la Unión Europea como el gran gasto deficitario son soluciones temporales que serán insostenibles en el largo plazo dentro del sistema capitalista. El objetivo, como en otros lugares, es claramente salvar al organismo socioeconómico en lugar de salvar vidas. Un paradigma de sacrificio.

A medida que la segunda ola de COVID-19 golpea con fuerza en Italia, queda claro que no será posible salvar ambas, las vidas y la economía. Una crisis masiva está llamando a la puerta: lo único que puede hacer el gobierno es retrasar sus efectos con una mezcla de medidas de apoyo de emergencia y falsos confinamientos “suaves”, ya que no tienen una solución real. El resultado es una estrategia política de soplar para alejar una nube de tormenta: ingenuo o desesperado.

Esto explica por qué las personas han perdido la fe en las medidas del Estado, obligadas a elegir entre salvar su salud y satisfacer sus necesidades básicas materiales. Cada vez está más claro que no es posible proteger a ambos en estas condiciones.

Iniciados en Nápoles por pequeñxs comerciantes, los estallidos espontáneos de ira contra el toque de queda han tomado una forma diferente en cada ciudad, con notables similitudes en el norte. En Milán y Turín el 26 de octubre y en Florencia el 30 de octubre, hubo ambiguos llamamientos para romper el toque de queda, una fuerte presencia no ideológica en las calles y manifestaciones de composición mixta. En Turín, unxs jóvenes saquearon un par de tiendas de lujo; la ventana rota de Gucci se volvió icónica. En Milán, la mayoría de lxs detenidxs eran menores. En Florencia, un muro exigía “dadnos un futuro” en mayúsculas. En todas estas ciudades, los disturbios generaron horas de enfrentamientos con la policía, a quienes instintivamente se les entiende como el principal objetivo.

Mucho se ha dicho sobre la juventud de los suburbios,5 actores clave sin precedentes en esas noches de rabia. Estas pandillas jóvenes han sido lxs opositorxs más enérgicxs y descaradxs de la policía, pero había muchxs camaradas, grupos de ultras [es decir, hooligans] y probablemente también fascistas, aunque no tenían un papel activo como grupo y estaban implícitamente marginadxs por la genuina composición multiétnica de las nuevas generaciones en las calles. Cuando la derecha celebró sus reuniones, estas pandillas de jóvenes simplemente lxs evitaron, aislándolxs. Aquí en el norte, lxs propietarixs de tiendas y las partes interesadas de los sectores económicos que se ven afectados por el toque de queda, no han tenido tanta influencia.

En las ciudades del norte, parece que hemos experimentado un anticipo de la crisis que se avecina, pero estos estallidos han seguido siendo episodios sin continuidad. Esto podría deberse a la desideologización generalizada del pueblo, o a la desorganización y la falta de relaciones profundas y continuas entre los movimientos sociales y la periferia, o a la masivas medidas preventivas de represión policial de cara a las siguientes convocatorias a manifestarse.

Sin embargo, estas convocatorias aún proliferan, y no sabemos de dónde vienen, no podemos prever cómo van a terminar todas y cada una de ellas. Es ilustrativo que los clásicos llamamientos militantes a reunirse en las calles no tengan un gran atractivo en este momento; a veces son meramente autorreferenciales y autoconservadores.

Algunas personas creen que el contexto actual ofrece una oportunidad para que lxs fascistas ganen impulso, centrándose en exceso en el riesgo de esta amenaza. Mirando desde otro prisma, considerando la situación desde la perspectiva de la posibilidad, también podríamos argumentar que el escenario actual ofrece un terreno fértil: las personas están reaccionando contra los debates económicos, valoran más las relaciones humanas después de meses de abstinencia, muestran un vivo interés en el uso del espacio público como escenario político. Los movimientos sociales deberían salir de su zona de confort para enfrentar los extraños desafíos de estos tiempos, ofreciendo experiencia en lugar de soluciones inamovibles.

La famosa ventana rota de Gucci en Turín.


Eslovenia

El gobierno esloveno reconoció oficialmente la pandemia el 12 de marzo de 2020, estableciendo la base legal para la primera fase de confinamiento. Un día después, prestó juramento el nuevo gobierno de extrema derecha. Una de sus primeras acciones fue introducir medidas autoritarias destinadas a controlar a la población, disfrazadas de esfuerzos por controlar el COVID-19. Estos incluyeron restricciones al movimiento entre municipios, la prohibición de protestar, la prohibición de reuniones fuera de las unidades familiares inmediatas y la ampliación de los poderes de la policía.

El movimiento anarquista y antiautoritario respondió rápidamente. Las acciones de grupos de afinidad estallaron por toda la ciudad de Ljubljana. Este fenómeno culminó el 24 de abril, cuando tuvieron lugar las primeras manifestaciones. En ese momento, la mayor parte del hemisferio norte estaba profundamente bloqueado; Ljubljana fue uno de los primeros lugares en ver manifestaciones masivas durante la era COVID-19. Siguieron seis meses turbulentos de protestas y acciones semanales—la movilización antiautoritaria continua más larga en la historia de Eslovenia.

Desde el 24 de abril, se han producido protestas todas las semanas, junto con varias acciones semanales que abordan una variedad de temas diferentes, incluidas las luchas ambientales, el trabajo cultural precario y el movimiento pro elección. Al principio, estas manifestaciones tomaron la forma de paseos masivos en bicicleta; a medida que la policía se preparó para responder a ellos, las manifestaciones asumieron otras formas. Como en muchas otras partes del mundo, después de una severa represión, la lucha contra la policía se convirtió durante un tiempo en el tema central de las protestas.

Lxs anarquistas habían tomado la iniciativa de dar forma a la narrativa en torno a estas protestas, colocándolas en las coordenadas del anticapitalismo, antifascismo, antiestatalismo, ayuda mutua y solidaridad, dejando poco espacio para que lxs teóricxs de la conspiración y lxs provocadorxs de extrema derecha lideraran las acciones en las calles. Al mismo tiempo, la ola de protestas de primavera también detuvo con éxito el impulso autoritario inicial del nuevo gobierno, rechazando la claustrofobia social que había creado. Uno de los logros más valiosos de las protestas fue rechazar el individualismo impuesto y el aislamiento de la cuarentena. A través de estas protestas, se volvieron a hacer posibles nuevas formas de colectividad.

Después de un período de relativa tranquilidad durante los meses de verano, la situación epidemiológica comenzó a empeorar nuevamente durante los meses de septiembre y octubre. Después de décadas de privatización neoliberal, el sistema público de salud no estaba preparado para los desafíos de la nueva ola de COVID-19.

El 20 de octubre, el gobierno esloveno declaró un toque de queda general entre las 21.00 y las 6.00 horas. Este fue el primer toque de queda policial desde que lxs fascistas anunciaron un toque de queda en los territorios ocupados de Eslovenia (entonces Yugoslavia) durante la Segunda Guerra Mundial.

Eslovenia no es una excepción: se han impuesto toques de queda en casi todos los territorios de la Unión Europea. No es sorprendente que los veamos principalmente en lugares donde las medidas estatales autoritarias tradicionalmente provocan una resistencia feroz: Francia, España, Italia y Bélgica. A medida que los países europeos experimentan la segunda ola de epidemia junto con el deterioro, la privatización y el colapso del sistema público de salud, también se enfrentan a los primeros signos evidentes de crisis económica y social. La gente está empezando a perder sus trabajos, hogares y dignidad a gran escala. En respuesta, los gobiernos están implementando cada vez más medidas para ejercer un control total sobre la población, como si ya estuvieran anticipando las revueltas que aún están por llegar.

El toque de queda en Eslovenia estuvo acompañado de varias medidas restrictivas más. Estas incluían la prohibición de viajar de un municipio, región o país a otro; un intento de dotar al ejército de más autoridad; restricciones a las reuniones públicas y fuertes sanciones para cualquier tipo de actividad de protesta; y la introducción del rastreo telefónico de los infectados. El estado no solo está ejerciendo su propio control sobre la gente, sino que también, como en cualquier otro régimen totalitario, nos anima a vigilar a nuestrxs amigxs y vecinxs mientras estigmatiza a lxs que no están sanxs. Muchas de estas medidas no tienen nada que ver con la lucha contra el virus; están destinados a combatir el virus de la resistencia y mantener la economía en marcha.

Desde la imposición del toque de queda, las ciudades han vuelto a cobrar vida por la noche con todo lo imaginable, desde la quema de contenedores de basura y grafittis hasta fuegos artificiales, cánticos y reuniones y protestas más pequeñas. La lucha que vivimos desde hace más de seis meses dio otro giro con el nuevo conjunto de medidas autoritarias.

Los disturbios del 5 de noviembre en Ljubljana.

El 5 de noviembre estallaron revueltas en Ljubljana. En un principio, el grupo online Anonymous había convocado una especie de manifestación para esta fecha; los medios de comunicación de derechas se dedicaron a generar miedo, lo que provocó que todas las organizaciones formales se distanciaran del evento, pero aparentemente generaron curiosidad entre lxs inquietxs y descontentxs. La composición de las multitudes que se reunieron fue diversa, pero en su mayor parte, estaba compuesta por personas que probablemente no habían estado involucradas en las protestas anteriores. Esta vez salieron trabajadorxs y jóvenes enojadxs, y el ambiente general de la noche fue de odio contra la policía. La lucha duró varias horas. Debido a que los disturbios no ocurren a menudo en Eslovenia— antes de esto, la última vez que la policía había usado su cañón de agua fue en 2012, durante un levantamiento que obligó al gobierno a renunciar—sólo lxs anarquistas han alzado la voz para hablar positivamente de estos disturbios como una expresión genuina de la ira del pueblo. Otros grupos que apoyaron las protestas anteriores ahora están distanciándose de la violencia en las calles.

Los disturbios se produjeron en una situación en la que la movilización prácticamente había desaparecido. Parece que, en lugar de tratar resucitarlos con la esperanza de crear algún tipo de camino único para las revueltas sociales, tiene más sentido descubrir cómo conectar la ira que vimos en los disturbios, con las luchas de esas otras personas que vimos en las calles durante los últimos meses, para crear un terreno de lucha común.

Puede leer un análisis anarquista de los disturbios de Ljubljana aquí.

5 de noviembre, Ljubljana.


Grecia: Noviembre en Confinamiento

Un comunicado de Radio Fragmata.

Grecia se encuentra actualmente en un confinamiento total. Esto incluye la libertad de movimiento. Solo hay seis razones legítimas para salir de casa. Tienes que enviar un mensaje de texto al estado para recibir permiso para salir y mostrar la confirmación por SMS a la policía cuando te detengan. Sin embargo, las escuelas permanecen abiertas, lo que contradice la supuesta justificación del cierre.

Durante el primer cierre en marzo y abril, había un promedio de entre 150 y 200 casos por día; ahora los números fluctúan entre 2000 y 2500 por día, y las camas de la UCI se llenan rápidamente. La culpa de las tasas de infección se puede atribuir a una élite empresarial que exigió abrir fronteras para el turismo en agosto, a pesar de que obviamente esto no atraería a muchxs turistas durante una pandemia mundial. Hubo una caída del 90% en el turismo, pero lxs pocxs turistas adineradxs que se presentaron propagaron el virus aún más por todo el continente y las islas de Grecia.

El régimen de Nueva Democracia ha seguido recortando los presupuestos de los hospitales y el personal médico, redirigiendo los fondos a proyectos decorativos de renovación urbana, personal policial y penitenciario, y un mayor presupuesto militar a la luz de las tensiones con Turquía. Si bien usan fuentes y jardineras para decorar vecindarios donde la mendicidad y el uso de drogas es generalizado, el transporte público no se ha ajustado para hacer posible el distanciamiento social; el metro y los autobuses siguen llenos de gente, probablemente propagando el virus. Esto afecta principalmente a quienes no pueden permitirse viajar al trabajo en automóvil. Si bien las prioridades del gobierno son obvias, insisten en que la responsabilidad de la pandemia recae en las personas que se transmiten el virus entre sí—que somos lxs únicxs culpables de las alarmantes tasas de infección.

Muchxs presxs han iniciado huelgas de hambre e incluso de sed exigiendo mejores políticas de higiene y protección contra el COVID-19. Si bien los fondos se han destinado a las prisiones, casi todo esto se ha destinado a aumentar el número de funcionarios y a mejorar su salario.

Las personas sin hogar continúan afrontando multas, arrestos y desalojos. El estado está usando el virus para prohibir asambleas de cualquier tipo; la policía atacó recientemente a personas dentro de un centro social en Patras por recoger alimentos para distribuir a las personas que luchan durante este tiempo. El bloqueo actual se extiende hasta el 17 de noviembre—un aniversario de la resistencia a la junta militar—y probablemente se extenderá más allá del 6 de diciembre, que se ha considerado como un día de resistencia desde el asesinato de Alexandros Grigoropoulos en 2008. El gobierno sostiene que su prioridad es abrir antes de Navidad, para que la gente pueda comprar libremente—la única libertad que aprueban.

Como en muchos lugares del mundo, lxs científicxs proponen bloqueos sin considerar la difícil situación de quienes viven precariamente bajo el capitalismo. Con todo cerrado, lxs trabajadorxs sin permiso luchan por sobrevivir. Y aquellos que se consideran esenciales, como lxs trabajadorxs de reparto, lxs maestrxs y lxs trabajadorxs de las tiendas de comestibles, están trabajando sin aumento de salario, obligadxs a comprar su propio equipo de protección, deseando haber trabajado en una industria considerada “no esencial” para poder recibir un pequeño salario sin tener arriesgar todo el día su salud por una miseria.

Estamos esperando que la sociedad explote. Estamos esperando que la gente llegue a su limite. Reconocemos los peligros de COVID-19, pero nos negamos a aceptar las políticas oportunistas de “ley y orden” del estado actual que realmente no apuntan a abordar el virus.

Es difícil no decir que existe un sentimiento de depresión. Los días son más cortos, el clima más frío y el futuro es sombrío. Pero si algo va a salir de este virus y este bloqueo, es que la gente comenzará a ver la mortalidad de este sistema y se dará cuenta de que el estado no puede protegernos; en todo caso, nos está conduciendo hacia nuestra desaparición.


5 de Noviembre, Ljubljana.

El estado no puede protegerte, pero puede hacer que te maten.

  1. El filósofo italiano Giorgio Agamben generó controversia al adoptar lo que muchos percibieron como una actitud desdeñosa sobre el virus. Véase, por ejemplo, “La invención de una epidemia”.” 

  2. Para conocer el contexto, consulte “El movimiento de los chalecos amarillos en Francia”” y “El movimiento de los forconi en Sicilia”.” 

  3. Consulta “Italia: nosotros los partisanos: resistir la ola del fascismo, primavera de 2018.” 

  4. Para obtener más información sobre el concepto de los subcomunes, comience con el libro de Stefano Harney y Fred Moten. 

  5. La relación centro-suburbio en Europa es lo opuesto a lo que era común hasta hace poco en los Estados Unidos: los centros históricos de las ciudades son caros y están poblados por los ricos, mientras que los suburbios son antiguas áreas periféricas, principalmente pobres y carentes de servicios e infraestructura.